05 enero, 2010

Sensaciones



Los atardeceres tropicales no son los mismos que los murcianos. El cielo lo cubre todo de un aura de sosiego. Los colores pierden la fuerza para dejar al pueblo cubano echarse a la calle a pasear.
Los atardeceres aquí saben a ron, mezclado de mil formas, saben a salsa y a son.

El movimiento de los ventiladores en el techo, la banda tocando, el humo de los puros en este calor sofocante y húmedo... Estos son los atardeceres que deberían ser eternos.

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